viernes, 6 de junio de 2014

Sombras

Aceleró el paso y metió las manos en los bolsillos.
La bufanda le tapaba hasta la nariz, y observaba en sus puntiagudos zapatos,
el brillo de las farolas.
Alguien le seguía, estaba seguro.
Aceleró más el paso, jugueteo con sus manos en los bolsillos.
Pasó por delante de la plaza de toros,  y noto una presencia extraña.
Se giró rápido: no había nadie.
Sin embargo,  juraba concienzudamente que,
ese Sábado a las 24: 00 había alguien más.
Un coche atraviesa rápido la carretera
ruido de persianas desde un edificio cercano:
Una vieja le mira desde sus gruesos anteojos con desaprobación mientras baja las persianas.
Llevaba cuatro días con los mismos calcetines, con la misma chaqueta, con el mismo peinado,
con los mismos zapatos puntiagudos, con el mismo reflejo de farola.
Una sombra extraña le asustó en la avenida Pablo Iglesias:  no había nadie.
Sin embargo, el volvería a jurar concienzudamente que,
ese Sábado a las 24:00, había alguien más.
Nunca se había sentido solo. En sus 34 daños nunca se había sentido solo.
Empezó a correr lo más rápido posible, tenía tanto miedo que sus piernas se movían solas.
Alguien le seguía, estaba seguro.
Su corazón estaba a punto de reventar, y sus ojos a punto de desorbitarse.
La bufanda se había perdido por el camino.
Entonces se paró, y sacó las manos de los bolsillos: se había dado cuenta.
Aquella presencia extraña, aquella sombra extraña... Era la suya.
Ese Sábado,  a las 24: 05,  juraría concienzudamente, que estaba solo.



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